La sabiduría de la naturaleza, no es algo fortuito. Existe un orden en el conjunto del cual formamos parte. Considerando, que muchos de nosotros, si estamos convencidos de las bondades de esta fuente inagotable de salud, hablaré sobre algunas opciones, las cuales, han sido utilizadas para ayudar a estabilizar muchas dolencias vinculadas con el sistema respiratorio.
1. Jarabe de cebolla y miel
La cebolla, desde siempre, ha sido un buen ejemplo de algunas especies pertenecientes al género Allium, utilizadas con fines diferentes al culinario. Posee una serie de compuestos, que han demostrado grandes beneficios para el tratamiento de afecciones de salud. Dentro de ellos destacan la quercetina, myricetina y kaempferol, todos enmarcados en el gran grupo de los flavonoides. Las cebollas blancas contienen muy poca quercetina, mientras que las variedades amarillas y rojas contienen niveles más altos.
Además de los flavonoides, las cebollas contienen disulfuros, trisulfuros, cepaeno y vinilditiinas. Poseen además altos contenidos de vitamina C, potasio, fibra dietética y ácido fólico. Presentan además valores importantes de calcio, hierro y proteínas.
Se han realizado muchos estudios, que permiten establecer que los compuestos de cebolla tienen una variedad de beneficios para la salud que incluyen muchas propiedades que ayudan a sanar y proteger las vías respiratorias. Si sumamos las conocidas propiedades de la miel, un reconocido antibacteriano, estaremos en presencia de un excelente expectorante.
¿Cómo lo realizo?
- Cortar una cebolla pequeña roja o morada en rodajas finas
- Colocarla en un recipiente mediano y calienta en baño de maría cubriendo todas las rodajas con miel orgánica
- Cuando las rodajas de cebolla se suavicen, mezclar ambos componentes y calentar unos cinco minutos sin dejar que hierva
- Separar el recipiente del fuego y dejar enfriar
- Colar en un frasco de vidrio con tapa y almacenarlo en un lugar fresco alejado de la luz solar
Nota
No es conveniente el consumo de miel en niños menores de dos años. Por lo tanto, utiliza la dosis de una cucharadita dos veces al día, siempre y cuando se administre en niños mayores de dos años. En adultos utiliza una cucharada cada cuatro horas.
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